Por el Dr. Antonio Barrasa, División de Cirugía Hepatobiliopancreática.
La colecistectomía laparoscópica es la extirpación de la vesícula biliar utilizando una cámara de vídeo y un material especial que permite realizar la intervención mediante unas incisiones muy pequeñas, sin abrir el abdomen.
La realización de incisiones muy pequeñas no solo tiene ventajas estéticas, además se reducen las infecciones postoperatorias y disminuye el dolor postoperatorio. Como consecuencia de ello, es menor el periodo de ayuno, el de encamamiento, el tiempo de ingreso hospitalario y el tiempo de baja laboral. También se reduce el riesgo de hernias en las incisiones al ser éstas más pequeñas.
Por el contrario, el abordaje laparoscópico supone un discreto aumento en el número de lesiones de los conductos biliares, a lo que el cirujano deberá prestar especial atención.
La existencia de intervenciones abdominales (especialmente en la zona de la vesícula) y la inflamación de la vesícula (colecistitis) son las dos causas que con más frecuencia impiden que la colecistectomía se pueda realizar por vía laparoscópica. Otras veces, una intervención iniciada por laparoscopia es necesario concluirla con un abordaje convencional, en lo que los cirujanos llamamos conversión, sin que esto deba ser entendido como una complicación.
¿Qué es la vesícula?
El hígado produce una sustancia llamada bilis que se excreta al intestino para favorecer la digestión de las grasas. La vesícula es un órgano en forma de bolsa en la que se guarda la bilis para liberarla al intestino tras una comida. Está situada en le lado derecho del abdomen, pegada a la cara inferior del hígado y se comunica con el conducto biliar mediante otro tubito, el cístico. Generalmente, la vesícula recibe su sangre a través de una arteria cística que proviene de las arterias del hígado.
¿Por qué puede ser necesario quitar la vesícula?
La colelitiasis es la principal causa de colecistectomía. La colelitiasis es la aparición de “piedras” o cálculos en la vesícula. Estos cálculos se producen por la precipitación de las sales biliares en la vesícula (como cuando disolvemos demasiada sal en un vaso de agua). Los cálculos pueden provocar dolor (cólicos biliares), inflamación de la vesícula (colecistitis), obstrucción de los conductos de la bilis (ictericia), su infección (colangitis) o inflamación del páncreas (pancreatitis).